domingo, 27 de abril de 2014

Pirotecnia


Pirotecnia

Soy el hombre de la chaqueta azul oscura. Todos los días me refugio en la casita roja hecha mierda, pero acogedora. Las definiciones sobre mí cambian de acuerdo a la época en la cual me conocieron; muto a medida que la luna se desplaza tal como el lunático es influencia por ella.
En mi vida no había entendido eso de la tristeza hasta que empecé a ver cómo los domingos se volvían oscuros. Por eso visto con esta chaqueta. La sensación de no querer saber nada de nadie y desaparecer me está consumiendo, trato de internarme un rato. En un sueño repetitivo de sábado a domingo, caigo más profundo al pozo y no consigo salir. Ya sé, es una estupidez metafórica, pero es tan repetitivo que ya lo tomo como realidad. He intentado escalar, y a veces alcanzo a ver cuerdas, pero están rotas o son muy cortas.
Si pienso en escribir, últimamente ando atascado. Me quedo un rato acá, frente a la hoja en blanco y todo se va desapareciendo, su sonrisa, sus ojos grises, su cabello castaño oscuro, sus labios morados, sus caritas tiernas y su ironía tan latente. Sabía que esa mujer me gustaba, pero no sabía que al final de cuatro conversaciones iba a sentir esta mierda en mi pecho. Su partida me ha hecho despreciar a media humanidad y agarrarle odio al mismo destino.
Por la noche, de vez en cuando, busco algo de diversión. Salgo a las afueras de la ciudad  y llevo siete galones de gasolina y cuatro antorchas. Me gusta verla arder de vez en cuando.

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