Pirotecnia
Soy el hombre de la chaqueta azul oscura. Todos los días me refugio en la casita roja hecha mierda, pero acogedora. Las definiciones sobre mí cambian de acuerdo a la época en la cual me conocieron; muto a medida que la luna se desplaza tal como el lunático es influencia por ella.
En mi vida no había entendido eso de la tristeza hasta que empecé a ver cómo los domingos se volvían oscuros. Por eso visto con esta chaqueta. La sensación de no querer saber nada de nadie y desaparecer me está consumiendo, trato de internarme un rato. En un sueño repetitivo de sábado a domingo, caigo más profundo al pozo y no consigo salir. Ya sé, es una estupidez metafórica, pero es tan repetitivo que ya lo tomo como realidad. He intentado escalar, y a veces alcanzo a ver cuerdas, pero están rotas o son muy cortas.
Si pienso en escribir, últimamente ando atascado. Me quedo un rato acá, frente a la hoja en blanco y todo se va desapareciendo, su sonrisa, sus ojos grises, su cabello castaño oscuro, sus labios morados, sus caritas tiernas y su ironía tan latente. Sabía que esa mujer me gustaba, pero no sabía que al final de cuatro conversaciones iba a sentir esta mierda en mi pecho. Su partida me ha hecho despreciar a media humanidad y agarrarle odio al mismo destino.
Por la noche, de vez en cuando, busco algo de diversión. Salgo a las afueras de la ciudad y llevo siete galones de gasolina y cuatro antorchas. Me gusta verla arder de vez en cuando.
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