lunes, 14 de septiembre de 2009

En Brazos De La Muerte

EN BRAZOS DE LA MUERTE

Deseando acelerar el tiempo, Valeria miraba angustiosamente la luna notando (para su desgracia) que habían pasado diez segundos desde que la última vez que la miro.

Su fiel, su amado, su compañero creado de sus propios huesos y sangre no asistía a la cita puesta antes de partir. Valeria no sabía si esté había sido destrozado en búsqueda de aquel conocimiento antiguo para destrozar a la criatura venida de la misma oscuridad.

Pasaron las horas lánguidamente hasta que Víctor la encontró sentada cerca al árbol del deseo. Víctor era un hombre (o por lo menos su envoltorio en ese momento) alto, esbelto, con cabello castaño, ojos negros, piel blanca y sonrisa burlesca. Después de los segundos tensos posteriores al encuentro empezaron a luchar bajo la luna. Valeria lanzaba conjuros antiguos con lenguajes antiguos que a pesar de lo poderosos no dañaban a aquel ser que conocía peores sacrilegios desde tiempos inmemoriales. Valeria con lágrimas en los ojos presa del pánico por saber su muerte cercana al sentir su espalda atravesada por una garra, pronuncio tres palabras para inmolarse y llevárselo al mismo averno pero Víctor seguía sonriente sin ser dañado ni siquiera por el mismo fuego purificador. Víctor sacudió su garra desechando la gran cantidad de sangre y piel de su víctima y saco su lengua con gran frenesí escuchando la armonía de gritos que profería Valeria.

Víctor reía mientras Valeria se tambaleaba con su cuerpo maltrecho presa de la desesperación de morir sin haber acabado su tarea. Víctor lanzo su garra apuntando al cuello de Valeria y justo en el instante que iba a decapitarla, sintió como una luz de magia enoquiana atravesó su pecho. El dolor que sintió Víctor era demasiado agudo para un ángel en redención haciendo que su cuerpo humano entrara en estado de coma profundo. Otro golpe de luz de esta misma magia hizo que Víctor saliera del cuerpo despedido directamente hacia el abismo mientras juraba venganza.

Una de las parcas veía con detenimiento el hilo de la vida de Valeria, ya casi a punto de ser cortado por su otra hermana. Valeria era sostenida en el campo de batalla por su amado, cerró los ojos al sentir la poca fluidez de sangre en su cuerpo y comenzó a llorar las noches que no podría volver a verlo.
Caronte estaba reclamando lo poco que quedaba del alma de Víctor para su nueva colección, mientras registraba a Valeria en la lista de los habitantes de los campos elíseos.

Texto: Hiroshima Nagasaki
Imagen: Ian Francis

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