lunes, 23 de abril de 2012

Reflejo (Tributo a Murakami)


Reflejo (Tributo a Murakami)


El encuentro sucedió alrededor de las cuatro de la tarde. Conseguí llegar sin contratiempos al sitio y entre dos veces a verificar que no estuviera antes pues me incomodaba la idea de que él ya me estuviera esperando. Me acerque a la esquina a comprar un chicle cuando sentí que alguien me tocaba atrás el hombro. Asustado por andar en aquel sector lleno de malandros voltee rápidamente y me encontré a Damián con una sonrisa destornillada, mirándome con sus ojos saltones y contrariados. El pobre (bizco de nacimiento) se hallaba sobre la cera principal esperando pegarme un buen susto, vestía con un pantalón café, una camiseta blanca y unas botas de montañista. Después del chascarrillo guarde el chicle, entre con él a la tienda de café y pedí un granizado, me senté a escuchar lo que me tenía que decir alistando mis orejas para las palabras que destilaron aquellos críticos respecto al libro que entregue en la editorial.

Al finalizar de relatar Damián con pelos y señales todo lo que dijeron aquellos empresarios, mi reacción no fue sino la de asco condicionada con tristeza. Me sentí como una prostituta escuchando como ellos me alababan y repetían lo inteligente que me creían. Me sentí barato y sucio dándome cuenta como entregaba mi talento al mundo mediocre que me rodeaba en ese entonces. Por un momento me comparé con un Jesús moderno tratando de convertir al cristianismo a primitivos orangutanes a base de pictogramas, lo peor de la escena, es que lo estaba logrando.

Hablé un rato más con aquel personaje y salí de aquel lugar con un sabor amargo en mi paladar. Camine durante mucho tiempo hasta que vi un parque y me senté a descansar. Ya en prado, sentí como salía de mí todo el gozo de aquel día radiante, se petrificaron las ganas junto con el entusiasmo, el dolor fue tan agudo que hasta se fue la ira que normalmente me caracteriza. Vi hacia el suelo y mi mirada se encontró con un charco dejado por la lluvia de la noche anterior, recordé los espejos de la historia de Murakami, prefería hundirme en ese charco que quedarme entre las mandíbulas de esos lobos burgueses.

Texto: John Blair

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